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Trabajadores en Colombia: bajo todos los males

 

Por: Edison Fabián Osorio 

¿Hay trabajo en Colombia? ¿Hay condiciones decentes de trabajo? Lamentablemente no, las familias que llevan más de 100 años reinando en el país, han gobernado para sus intereses personales, los cuales no son compatibles con derechos básicos como educación, salud y empleo.

 

Colombia tiene un modelo económico que no permite la creación de empleo para todas las personas en edad para trabajar, dicha situación acompaña a los colombianos especialmente desde la entrada del neoliberalismo, decisión política de quienes gobiernan al país, y en la que llevamos ya 30 años.

 

Así llegamos a que las cifras de desempleo e informalidad de la nación, sean peores que las de algunos países de África, y compitan con las de países como Haití. Más de 10% de desempleo y 60 % de informalidad, demuestran que estamos en harapos en materia laboral. El desempleo representa una de las situaciones más preocupantes para un ser humano y la informalidad es zozobra por sus bajos ingresos que, en buena medida, son bajo actividades de maltrato. Más grave aún, la baja participación del trabajo en la renta nacional, en el 2002 era de 48% y ahora es del 38%, y el nuevo club de imposiciones al que ingresamos la OCDE, señala que hay que hay que bajar más.

 

Al desempleo y la informalidad el gobierno le ha dado un trato particular; el desempleo tiene una carga de maquillaje gubernamental, dado que el DANE, entidad delegada para medir la situación laboral del país, se ha encargado de introducir factores de medición que no buscan veracidad estadística, sino que responden a estrategias para ocultar a la opinión pública las cifras reales. Mientras la informalidad, es una cuestión estética para los mandatarios del nivel central como regional, ocultando también, que quienes están en ella la ejercen como última opción para sobrevivir antes que considerar actividades ilegales que abundan, como el microtráfico y la criminalidad.

 

Ahora bien, el empleo formal termina quedando en menos del 40% del total de ocupados, muchos bajo la inestabilidad del contrato a término fijo, prestación de servicios y otras modalidades masificadas para pagar más bajo, desconocer garantías laborales y evitar la sindicalización de los trabajadores.

Y un poco más del 80% de los trabajadores formales, ganan entre uno y dos salarios mínimos, para un país donde el gasto de vida para una familia termina estando por encima de estos ingresos. Quienes pueden ganar más de este promedio no están exentos de la fragilidad contractual o la causada inestabilidad empresarial.

 

 

 

Sindicalización y cosmética neoliberal

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En cuanto a sindicalización, en países capitalistas desarrollados, más del 60 % de sus trabajadores se encuentran sindicalizados, mientras Colombia no llega ni al 6%, no es exagerado el dicho de que en Colombia es más fácil crear una banda dedicada al microtráfico, que un sindicato.  La ausencia forzada del sindicalismo evidencia lo antidemocráticas que son las élites que gobiernan. En la práctica para los trabajadores, esto representa no tener una herramienta que facilite mejorar sus condiciones laborales e impida los atropellos patronales.

 

Por si fuera poco vivir bajo estas condiciones, los mercadotecnistas del neoliberalismo lo adornan con una sarta de verborrea, terminachos, “frasechables” de guapeza,  para camuflar la situación, intentar aislar las críticas y la toma de conciencia.

 

Quienes cuestionan la política laboral son señalados de: negativos, tóxicos, poco propositivos, anticuados, gente en  zona de confort o llena de odio, entre otras palabrejas que han introducido en el día a día, especialmente desde los parlantes de los grandes medios, del mismo modo, usan  el  emprendimiento como una cátedra para la solución de los líos laborales, incluso desde los colegios e instituciones de educación técnica y superior para hacer creer sobre todo a los más jóvenes, que el desempleo y la informalidad se solucionan con  mucho ánimo y creando empresas para llegar a ser como Walt Disney o Steve Jobs, intención nada cuestionable, siempre y cuando existieran las bases reales para alcanzarlo. Sacar adelante una empresa en Colombia es una hazaña y quien lo haga, tendrás todo un andamiaje en contra para que no compitan con las empresas extranjeras del mismo sector o con las de los súper – híper – mega – ricos del país, todo un espejismo que alimenta las ilusiones e invisibiliza la realidad.

 

De esta forma, a muchos les nublan la crítica para que no dimensionen el problema estructural del sistema laboral colombiano, calculado por quienes gobiernan, son inducidos a creer que la informalidad y el desempleo son un problema de entusiasmo individual, se les naturalizan los salarios y condiciones de vida miserables, se embute el disfrute de la sobrecarga laboral como lo han denunciado ya varios académicos. El sindicalismo es satanizado como actividad con aire criminal, el logro de la jornada laboral de 8 horas la muestran como logro anticuado y de “gente floja”, el contrato a término fijo se ve como un lujo, y un empleo de carrera como un hecho extinto.

 

Ante los hechos, dos opciones hay al alcance. Una es seguir como se está, donde cada día es peor y pero con realidad maquillada, sometiendo el pensamiento crítico, el derecho a protestar; la otra, es dejar de tragar entero, ampliar el proceso educativo que vienen adelantando las centrales obreras y sectores democráticos desde hace décadas, e identificar y ganarse un espacio en los proyectos políticos que plantean un país soberano y un sistema laboral al servicio de la nación y no a los intereses de potencias extranjeras como EE.UU.

 

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Las opiniones expresadas por los escritores o autores no necesariamente representan ideas o pensamientos del Diario la Nube.

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