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Ser ateo en tiempos de pandemia
Por: Miguel Ángel Rubio Ospina -  @rubio_miguel

Diario en la nube, aclara a sus amables lectores, que dicha columna fue previamente publicada el día 17 de abril en el portal pereirano El opinadero.com.co y es reproducida en este medio por autorización expresa de su autor, quien es columnista y colaborador habitual. https://elopinadero.com.co/ser-ateo-en-tiempos-de-pandemia/ 

Me declaré ateo de modo seguro y sin ambigüedades a los 18 años. Como el salmón nadando a contracorriente de una familia católica, arraigada esta creencia más en mi señora madre, que en mi señor padre.  El catolicismo ha hecho siempre presencia en mi familia; manizaleña de tradición, conservadora casi que por definición y de la clase media promedio del país, aclaraciones pertinentes para que entiendan un poco las razones que animan esta columna. 

Llegué al ateísmo por dos caminos, uno por el de la divergencia de pensamiento, discernir al contrario que la doctrina religiosa, hacer preguntas que no podían ser respondidas por la lógica religiosa, (perdón por el oxímoron) y que cuyas respuestas, estaban más cercanas al mito, o a la fábula, que a la filosofía o la ciencia, o la posibilidad de que la pregunta pueda generar algún de debate y discernimiento que enriquezca la argumentación.

El otro camino, ya más consciente y consecuencia por supuesto del primero, fue la búsqueda de lecturas, enfoques y posturas sobre el ateísmo, que solidificaron algo que venía tomando cuerpo en mi adolescencia. Conocí entonces al gran Hitchens, a Richard  Dawkins o Sam Harris, entre otros, que no hicieron más que confirmar mis posturas y acendrarme en el ateísmo;  no este como doctrina; pues  el ateísmo, si es doctrinario, no es honesto, no es ateísmo, es una suerte de antireligiosismo sectario y enceguecedor, tanto como los cristianos de las miles de iglesias de garaje que existen, o los más ultramontanos católicos. Y por supuesto, ninguno de los escritores citados es infalible, por fortuna, no se consideran papas, ni pastores de nada,  y no esperan una feligresía que los siga, sino hombres y mujeres libres de ataduras religiosas opresoras y ridículas. 

No, no es ese el ateísmo al que me inscribo, no quiero parecerme a lo que combato, a lo que huyo. Prefiero un ateísmo pluralista, que se parezca, o al menos lo intente, a un modo de pensar y de decir, que prescinda de ideas no solo de Dios o dioses, sino a cualquier otra idea sucedánea, horóscopos, riegos, bebedizos, caudillismos políticos, etc; esto, sin perder eso sí, las posturas contra la iglesia Católica y demás iglesias, que comenten delitos con el contubernio y la complicidad de la sociedad, la justicia, los políticos y los gremios económicos.  Ante la pederastia, la pedofilia, y crímenes  como la evasión de impuestos, el lavado de dólares y  demás de similar índole mafiosa, no cejaré en mis esfuerzos de denunciarlos y ponerlos en la palestra pública cuantas veces sea necesario. Estoy además  dispuesto a soportar cuanto improperio quieran lanzarme.

Algunos, podrían llegar a pensar, que ante  esta pandemia y este aislamiento  mi ateísmo cedería. Pues mis queridos creyentes de todas las sectas y religiones existentes, es precisamente ser ateo, lo que me permite soportar el aislamiento y no caer en sus falacias emocionales, y manipulaciones psicológicas propias de su modo de operar.

Apreciados creyentes y seguidores de sectas cristianas, otra razón no menos importante, tiene  que ver, con que  el pastor Arrázola de la Iglesia Ríos de Vida, amenace a un periodista por decir la verdad, por publicar el estado de sus cuentas bancarias  y por develar la mentira aceptada por su feligresía del diezmo, además de exigirlo a sus creyentes durante la pandemia. (Ver artículo revista semana, del 13 de marzo de 2017- https://www.semana.com/nacion/articulo/pastor-arrazola-amenaza-de-muerte-a-un-periodista/518440)

No corresponde esto  precisamente, a las enseñanzas de un tal Cristo, que dicen, existió por allá en el esplendor del imperio romano, en tiempos del emperador  Tiberio, para ser más exactos y que predicó la pobreza, el desprendimiento, el amor al prójimo y se levantó de entre los muertos (dicen).

Hace pocos días, al inicio de esta crisis, el congresista John Milton Rodríguez del partido Colombia Justa Libres, que congrega una parte de las confesiones protestantes cristianas, partido que además hace parte de la coalición que llevó a Iván Duque al poder, solicitó al estado en medio de la pandemia del COVID 19 lo siguiente. 

Estamos solicitado que se acompañe el capital de trabajo del sector solidario: cooperativas, fundaciones, sector educativo y religioso. Así se garantizaría el pago de nóminas de los trabajadores y de arrendamientos, pensando en todas las personas que quedan expuestas. Pues estas organizaciones, ante la falta de recursos, no pueden suplir la parte salarial de sus trabajadores. Lo que estamos pidiendo es que se tenga en cuenta a estas comunidades en los créditos que se están ofreciendo para el sector empresarial y social de Colombia. (John Miltón Rodríguez entrevista concedida al espectador del 30 de marzo-https://www.elespectador.com/coronavirus/las-iglesias-no-estamos-pidiendo-nada-regalado-senador-john-milton-rodriguez-articulo-912042)

El subrayado es mío y son sólo esas dos líneas, aunque toda la respuesta dada por el congresista es importante, quiero resaltar en algo que es fundamental de  esta declaración. 

En primera instancia, ¿qué significa acompañar el capital de trabajo del sector solidario: cooperativas, fundaciones, sector educativo y religioso? Es un acompañamiento económico, lo que para el caso de las confesiones religiosas no se puede, debido a que el estado por ley, no está legalmente autorizado para financiar con recursos públicos ninguna confesión religiosa. Al respecto, la sentencia T 524/17 de la corte constitucional estipula lo siguiente. 

El Estado no puede adherirse ni favorecer a ninguna religión en particular de acuerdo con el principio de laicidad y el deber de neutralidad en materia religiosa, establecido en la Constitución Política, la ley y la jurisprudencia constitucional. Respecto a la facultad que le asiste a las instituciones educativas oficiales en materia religiosa, estas últimas sólo podrán facilitar la realización de actos religiosos, sin que ello implique la institucionalización de los mismos, limitándose a ofrecer los espacios y tiempos para su realización, si así voluntariamente lo solicita la comunidad educativa. En consecuencia, no pueden promocionar, patrocinar, impulsar, o favorecer actividades religiosas de cualquier confesión, en tanto que, los llamados a realizar estas acciones, son las confesiones religiosas y los miembros de la comunidad educativa que, voluntariamente, las apoyen. (fragmento tomado de https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2017/T-524-17.htm)

En las palabras de John Miltón Rodríguez, se advierte también que las iglesias son entonces, ya no una actividad de proselitismo religioso y espiritual, sino económica, pues muchas deben pagar arrendamientos de sus locales, personal de vigilancia privada, deben cuidar unas inversiones en infraestructura tecnológica, etc., lo que supone entonces que hay entrada  y salida de dineros, y que como tal deberían pagar impuestos al patrimonio y renta,  entre otros, de los cuales están exentos. 

Pero la discusión, sobre ser ateo en tiempos de pandemia, no pasa sólo y únicamente por las exenciones tributarias o las ganancias de las iglesias, eso es tema para ampliar en otras cuartillas, la discusión pasa entonces por la utilidad práctica desde el punto de vista emocional, psicológico y cultural, que propician la proliferación de estupideces como la del Pelito de la biblia, que dio de que hablar en redes sociales y cadenas de Whatsaap, y que de seguro, una amplia parte de la feligresía ignorante y supersticiosa corrieron a buscar. 

El ateísmo no es una religión, ni una doctrina,  es tan solo un modo quizá muy distinto de espiritualidad y de autoconocimiento, que explora ante todo las posibilidades de la mente humana, como constructo social, cultural, científico, moral y ético, y que no requiere de sucedáneos ni amigos imaginarios llamados dioses, para explicar las cosas que no entiende de la vida. 

El ateísmo me ha curado de seguir el patrón de la superstición y el paranoísmo conspiranoíco, me permite tratar de comprender el contexto, sin necesidad de mitologizar lo incomprensible y antes bien, despertando al ejercicio de la indagación, sin elucubraciones caprichosas o creencias traídas de los cabellos. 

Pero sin duda, la mejor parte de ser ateo, es que mis amistades y relaciones humanas, no están mediadas por anacrónicos preceptos religiosos, estas se constituyen entonces desde la diversidad, la creatividad y la imaginación, pues el ateísmo nos cura de la homofobia, el racismo, la misoginia y el machismo, pandemias más destructivas y contagiosas que el COVID 19.

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Las opiniones expresadas por los escritores o autores no necesariamente representan ideas o pensamientos del Diario la Nube.

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